18 de noviembre de 2011

Espectáculo oligárquico o política democrática. Comunicado del GADI Catalunya

El espectáculo democrático de la “democracia” representativa

Las elecciones generales en el estado español el próximo 20 de noviembre son un acto cerimonial del régimen político establecido: la oligarquía liberal de hoy en día convoca periódicamente a la ciudadanía para que participe en la elección de sus supuestos “representantes”. De esta manera se pretende legitimar un sistema basado en una inmensa y creciente concentración de poder, denominandolo “democrático”. No obstante, cada vez más personas estamos desengañadas de esta falsa democracia en la que no tenemos posibilidad de decidir directamente sobre los asuntos de la vida pública.


Bajo los marcos del sistema actual la política ha dejado de ser una cuestión de la ciudadanía para convertirse en un “arte de gobernar”, completamente desvinculado del pueblo (al que instrumentaliza) y que obedece a simples intereses oligárquicos. Una consecuencia más que comprensible de esto es la actual desafección popular hacia lo que se hace pasar por política, que se manifiesta, por ejemplo, con un elevado porcentaje de abstención en las urnas y una desconfianza generalizada hacia la clase política.

Consideramos que, para que exista una veritable democracia en el ámbito político, se tienen que cumplir las siguientes condiciones fundamentales:

  • Igualdad de voz: todas las personas tienen que poder formular propuestas y expresar opiniones en igualdad de condiciones en un proceso de deliberación participativo.
  • Igualdad de voto: la voluntad de una persona tiene que tener el mismo peso que la de qualquier otra a la hora de tomar cualquier decisión.
  • Soberanía popular: no tiene que haber ningún poder por encima del que ejerce el conjunto de la ciudadanía, que toma directamente las decisiones, sin que una élite política las tome “en su nombre”.
Por lo tanto, es evidente que actualmente no vivimos, ni mucho menos, en una democracia, ya que la mal nombrada “democracia representativa” no satisface ninguno de estos requisitos. En este sentido, es interesante recordar el orígen histórico de este sistema político, hoy vigente en la gran mayoría de países del mundo. La “democracia” representativa fue un invento de los padres fundadores de la constitución norte-americana, diseñado explícitamente para alejar a la población de la toma de decisiones políticas y a la vez proclamar que se trataba de un sistema “democrático”. Fue concebido como un complemento político del sistema de la economía de mercado capitalista establecido a principios del siglo XIX: para mantener los privilegios de la oligarquía económica emergente en ese momento era necesaria una forma de oligarquía política, es decir, un aparato burocrático, centralizado y separado de la ciudadanía, que impidiera que esta tomara decisiones que podrían afectar negativamente los intereses y privilegios de unos pocos. (1)

Dos siglos después, este sistema esencialmente oligárquico tiende a concentrar cada vez más poder: con la fuerte internacionalización de la economía de mercado que se ha producido en las últimas decadas, los Estados-nación han perdido progresivamente la soberanía que habían tenido sobre los asuntos de su país y las decisiones políticas quedan ahora en manos de una élite transnacional cada vez más minoritaria y poderosa. Las viejas diferencias ideológicas entre la izquierda y la derecha han ido minvando hasta casi desaparecer y las elecciones se han vuelto concursos de belleza entre personajes “carismáticos” y las maquinarias de los partidos que los respaldan, que pugnan entre ellos para atraer la atención del electorado, con tal de implementar políticas que constituyen ligeras variantes de una misma tendencia: maximización de la libertad de las fuerzas del mercado a expensas del Estado de bienestar (que es constantemente erosionado) y del compromiso estatal con la plena ocupación (que ha sido irrevocablemente abandonado). Este hecho implica que, si bien desde el punto de vista de construir una sociedad realmente democrática y emancipadora, la estrategia de tomar el poder del Estado para tratar de cambiar la sociedad “desde arriba” siempre ha sido indeseable, esta estrategia se ha vuelto también cada vez más utópica como vía para afrontar los problemas crecientes de la sociedad contemporánea.

La política democrática de la Democracia Inclusiva

Así pues, es crucial que el espectáculo que se hace pasar por política no nos distraiga de recuperar la dimensión política de nuestras vidas, es decir, la actividad deliberativa y decisiva de la ciudadanía sobre los asuntos de la esfera pública, cosa que sólo puede llevarse a cabo a través de un proceso de empoderamiento popular y no otorgando nuestro poder de decisión a una élite de “representantes”. Una parte fundamental de este proceso consiste en recuperar el significado de democracia, que no es otro que el ejercicio directo del poder por parte de la ciudadanía o, dicho de otra manera, la autodeterminación de la sociedad a través de la distribución igualitaria del poder entre todos sus miembros.

Aún así, no basta con recuperar el significado original de democracia, término que desde que se acuñó ha hecho referencia exclusivamente a la igualdad de poder en el ámbito político, sino que hace falta ir más allá e incluir las otras dimensiones de la sociedad. Tenemos que construir una democracia inclusiva, es decir, una democracia que se extienda también al ámbito económico –donde la ciudadanía pueda controlar directamente la economía y poseer colectivamente los medios de producción–, al ámbito social –donde la educación, la sanidad, los medios de comunicación, la cultura, etc. estén a manos de las comunidades y se rijan por principios democráticos– y, como no podría ser de otro modo, al ámbito ecológico –posibilitando la reintegración del ser humano con la naturaleza. (3)

El modo de alcanzar una democracia inclusiva es mediante un movimiento de emancipación masivo que impugne las actuales instituciones basadas en la concentración de poder, poniendo en funcionamiento unas nuevas instituciones realmente democráticas y fomentando simultáneamente unos nuevos valores coherentes con ellas, con tal de hacer efectiva la plena autogestión de la sociedad por parte de todos sus miembros (4). Es hora de que todos y todas nos responsabilicemos e impliquemos en la lucha para construir una nueva sociedad liberadora que nos permita recuperar colectivamente las riendas de nuestras vidas y salir de la gran crisis multidimensional sistémica en la que estamos inmersos. Pensamos que una tarea fundamental en este sentido es organizarnos para hacer realidad esta nueva sociedad, impulsando un movimiento democrático de transición sistémica cada vez más articulado, fuerte y consciente.


Grupo de Acción de Democracia Inclusiva de Catalunya
Noviembre de 2011


1 Sobre esta cuestión ver la sección “La fundación de la “democracia” representativa” dentro del artículo “Reintegrar la sociedad con la política” (Blai Dalmau, 2010), publicado en el nº2 de DEMOS y disponible en www.democraciainclusiva.org

2 Sobre lo indeseable y utópico que resulta pretender efectuar la liberación social “desde arriba”, utilizando como palanca el aparato del Estado, ver la sección “Una nueva candidatura para una vieja estrategia” dentro del artículo “Reintegrar la sociedad con la política” (Blai Dalmau, 2010), publicado en el nº2 de DEMOS y disponible en www.democraciainclusiva.org

3 Para una definición reflexionada de las condiciones necesarias de los cuatro componentes fundamentales de una democracia inclusiva, ver la sección “La concepción de una democracia inclusiva” dentro del capítulo 5 del libro “Hacia una democracia inclusiva” (Takis Fotopoulos, 1997) disponible en www.democraciainclusiva.org

4 Sobre la estrategia para el cambio social sugerida para desarrollar una democracia inclusiva, ver “El sujeto emancipador hoy en día y la transición hacia una democracia inclusiva” (Takis Fotopoulos, 2010) en www.democraciainclusiva.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario