19 de agosto de 2012

La alternativa a la crisis es la democracia

En plena época estival, tiempo que se presta al descanso y la reflexión, nos ha llegado el opúsculo "La alternativa a la crisis es la democracia", escrito por el compañero Anton Dké, que reproducimos a continuación. En él se resumen muchos aspectos fundamentales del proyecto de la Democracia Inclusiva, puesto que éste es la inspiración principal del autor en el momento de plantearse la construcción de un movimiento global y antisistémico de transición a una sociedad realmente democrática.

LA ALTERNATIVA ES LA DEMOCRACIA 

Acabo de editar un pequeño libro que titulo "La alternativa a la crisis es la democracia. (panfleto para la creación de un movimiento global de transición a la democracia)".


Lo califico como "panfleto" porque se trata de un texto un tanto apresurado, urgido por la rapidez de los acontecimientos que nos ocupan en estos inciertos días. Más adelante intentaré abordar con detenimiento los múltiples temas que aquí han quedado someramente tratados. Desde este blog podéis acceder a su lectura o descarga. Espero vuestras opiniones y comentarios. Este es el prólogo:
  
Prólogo 

Vaya por delante mi agradecimiento al Grupo de Acción de Democracia Inclusiva (GADI) de Cataluña, cuyo sitio web me descubrió el trabajo teórico de Takis Fotopoulos, el eminente profesor, economista, sociólogo y activista griego que desde hace dos décadas viene desarrollando el paradigma de la democracia inclusiva, con el que me identifico plenamente y que me ha servido para fortalecer con sus ideas las mías propias, nutriendo de argumentación intelectual lo que hasta entonces era sólo deseo y esperanza por un mundo mejor.
 Consciente de mis propias limitaciones, quiero ser consecuente con la rebeldía que buye en mi conciencia de ser social, contribuyendo en la medida que pueda, a la construcción de un movimiento libertario de masas, que nos lleve a una nueva forma de organización social, realmente democrática y ecologista. En esta hora de mi vida, no percibo la necesidad de acometer ninguna tarea más importante.
 Soy activista del movimiento 15M, miembro de una asamblea local en una pequeña población del medio rural, lo soy desde el mismo día en que se produjo la acampada de ciudadanos indignados en la cosmopolita y madrileña Plaza del Sol.
Con la indignación me llegó la necesidad y la oportunidad de hacer una reflexión detenida sobre la crisis que está en el origen de esa indignación generalizada que sacude a buena parte de la anestesiada sociedad española. Los acampados de Sol me proporcionaron las claves para la reflexión: “no nos representan”, “¡democracia real ya! …yo siempre había pensado que una democracia real debería suponer algo más profundo que una reforma electoral, por muy necesaria que ésta sea en el actual momento.

De mis propias contradicciones, de las que pude detectar en las asambleas locales y en la propia evolución del movimiento 15M a nivel general, surgió mi posición crítica en el seno del movimiento ciudadano, posición que es perfectamente compatible con mi apoyo y mi activa participación en el mismo. Por aquellos días, la lectura del libro “Hacia una democracia inclusiva”, de Takis Fotopoulos, fue providencial para iluminar la confusión que me atenazaba en aquellos momentos iniciales, de fervor “revolucionario”. Desde entonces para acá, la crisis ha ido creciendo como un monstruo que amenaza con derribar todas los avances sociales logrados en muchos años de resistencia y lucha contra “el sistema”.
El eslogan del 15M “no somos antisistema, el sistema es antinosotros” no resolvía mis dudas; la segunda parte del mismo estaba muy clara, pero no así la primera….¿cómo que no somos antisistema?...
Tengo el convencimiento de que la izquierda, en general, no sólo la española, arrastra un inmenso y paralizante lastre ideológico reformista, que supone la aceptación sumisa del sistema, no en sus modos y políticas, pero sí en su esencia, en su política misma: la economía de mercado y la llamada “democracia representativa”. Yo tenía la certeza de que en el viejo pensamiento anarquista -socialista y libertario- se hallaba la respuesta a mis dudas, una respuesta continuamente derrotada, bien por la violencia de Estado, bien por los “otros” socialismos de Estado: la socialdemocracia y el socialismo soviético. Ambos socialismos han fracasado estrepitosamente ante el neoliberalismo capitalista, primero el soviético y más recientemente, la socialdemocracia europea. El fracaso les ha llevado a la reconversión ideológico-electoral: los socialdemócratas han devenido en social-liberales, los comunistas estatistas en socialdemócratas retardados.

 Nuestra actual perspectiva histórica nos permite entrever con una evidencia incontestable que “el sistema” incluye a neoliberales, socialdemócratas y comunistas estatistas porque comparten, con variables, su misma infraestructura de poder: el estado, la economía de mercado y la “democracia” representativa, con idénticas ideologías sobre el crecimiento y la heteronomía (lo contrario a la autonomía, lo que concentra el poder, lo que propicia la organización jerárquica de la sociedad, lo que impide la libertad y hace imposible la democracia).

Aunque lo deseemos, no podemos esperar a que las anquilosadas organizaciones anarquistas, fundamentalmente sindicalistas, adquieran de repente el sentido originario de la democracia como verdadera alternativa al ”sistema” que nos conduce a la autodestrucción. No podemos esperar a ese día en que la razón se imponga y la humanidad entera reaccione para corregir el rumbo. Nada está escrito, nada está predeterminado, ni el sueño de la utopía libertaria ni la agorera profecía de la autodestrucción. Tampoco podemos esperar a que se cumpla la marxista profecía de la civilización capitalista como preámbulo inevitable para el triunfo de la razón proletaria. Todo depende de nosotros mismos, de nuestra voluntad de emancipación, de la opción que tomemos: o “el sistema” o “la democracia”.

¡Omnia sunt comunia!

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